Monday, March 31, 2008

EL DERECHO A VOLAR: Cultiva Tus Derechos 2008




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El derecho a volar

Esta es una columna animada por la tirria que me provocó la chocante medida del Conace de haber catalogado a la marihuana como una droga dura. Obviamente, y aunque Conace lo niegue, la ley va a darle pie a los tribunales para aplicar escandalosas condenas de cárcel por fumarse un pito, lo que, además de una estupidez, es un gasto innecesario de plata que se podría utilizar en cuestiones más útiles, como por ejemplo rehabilitar a pastabaseros. La norma, simplemente, huele a una concesión a todos aquellos que intentan engullirse la libertad personal de los chilenos porque temen a que el consumo del alucinógeno signifique despertar a una mejor comprensión de la propia realidad.

Si algo prometía este Gobierno era una revolución social y política cada vez más alejada de la certezas morales de la oligarquía y la Iglesia, y si bien ha habido cambios sociales profundos, una medida como la decretada provoca la sensación de que las cosas apenas han cambiado y, al mismo tiempo, parece un retroceso pasmoso a la labor del Gobierno y de Conace que le quita veracidad a la organización que controla el flujo de estupefacientes, convirtiéndola en un organismo poco fiable, con estrechez de miras y más preocupado de reprimir que prevenir. ¿O pretenden que alguien crea que se puede morir por fumarse un pito? La naturaleza posee sus venenos del mismo modo que la humanidad los suyos.

Cualquiera sabe que la heroína, o la cocaína, drogas duras, no son ni siquiera parientes lejanos de los cuetes. El máximo daño que puede provocar un volado, y eso lo saben en Conace, en el Gobierno y en cualquier parte del mundo, es ponerse chistoso. Parangonarlo con un malhechor es, ha sido y será siempre una estupidez. El hecho de que los marihuaneros tengan que ser sacrificados con el fin de pretender ordenar la sociedad es sólo una postura moral que ofrece una visión del peso que tienen todavía aquellos que no conciben a este país en términos de diversidad y que se niegan a que en un mundo alienado, rutinario, regido por el hábito y la disciplina, la necesidad de escapar y volar, aunque sea por un rato, es un derecho humano incuestionable.

Por Angel Carcavilla / La Nación Domingo